El arroyo del Pontón
Hemos dejado atrás la ermita de Las Vegas y llegamos a La Velilla, siempre alerta al pie de la villa de Pedraza. Allí, junto al antiguo molino harinero de La Cubeta, que da comienzo a la senda de los pescadores, el río del Pontón vierte sus aguas.
Como tantos de esta dura geografía, no es más que un corto regato, que no llega ni a diez kilómetros, pero que aún recuerda sus buenos años de cangrejos, tan lejanos ya.
Corría el siglo XIV, que pasó a los anales por una cruel peste, y una pertinaz sequía que mermaron enormemente la población; fue éste especialmente duro para la comunidad judía en Castilla y cuentan que en Segovia tuvieron lugar entonces grandes persecuciones contra ella, posiblemente acusada de ser causa de la enfermedad. En una de ellas, un nutrido grupo de judíos encontró la muerte en tierras de Orejana, donde intentaban refugiarse de las iras de sus perseguidores, pereciendo ahogados en el río.
Al igual que el Sordillo, en el cercano concejo de Santiuste de Pedraza, este río también es rico en nombres para sus distintos tramos. Así son las tierras de Pedraza… Es el arroyo Sordo cuando nace en el Guadarrama no lejos de Arcones, para convertirse en el arroyo de la Cañada en su tramo medio. Al llegar a tierras de Orejana toma el tercer nombre, el del Pontón.
Incluso hay un cuarto nombre, un apelativo para este último tramo del río, que lleva en sus espaldas una leyenda añadida, por lo que muchos lo conocen como "el Matajudíos", un vocablo contundente y políticamente incorrecto en términos actuales que nos devuelve, como toda la tierra de Orejana, a otros momentos de nuestra historia común.
El río se va abriendo paso en tierras de Orejana por el molino de Becemoro o del Pontón, antiguo molino harinero del XVIII, ahora de titularidad privada, que nos marca la puerta de entrada a esta tierra que Don Manuel González Herrero describía como enigmática.
ℹ️ Orejanilla se asienta al borde del río y éste recorre desde aquí un pequeño valle ligeramente encañonado que conjuga casi a la perfección el monte bajo, de roquedos fantasmagóricos, con pequeñas praderas adornadas de álamos. El camino de misa o de la Hebilla, paralelo al Pontón, nos conducirá directamente a las ruinas de lo que fue en su día, hace ya siglos, parroquia de Orejanilla, San Nicolás, que, además de por la presencia de dos de sus muros, se conserva vivo en la toponimia de los caminos y prados de la zona.