La belleza de lo sencillo

Sietemil

Seguro que en alguna ocasión has pasado, sin saberlo, por Sietemil. Este lugar, con tan curiosa denominación tan ajena a nuestros usos, no ofrece ya nada especial, pero guarda una curiosa vinculación con una leyenda medieval que batió en su día records de popularidad. 

Lo que pudo ser este paraje o esta pequeña aldea no ha dejado más que algún cimiento y cierta peculiar aglomeración de piedra fácilmente confundible con antiguas cercas venidas a menos. No hay que ir muy lejos; si tomamos la carretera que desde Segovia lleva a Pedraza, una vez pasado Torreval de San Pedro, dejaremos la hermosa ermita de Las Vegas a nuestra derecha. Unos centenares de metros más allá, antes de llegar a La Velilla, junto al arroyo de las Vegas, en zonas actualmente dedicadas al cultivo del cereal, debió de asentarse, si es que existió, esta población de la que únicamente tenemos noticia por tradición oral.

¿Existió Sietemil?
¿Existió Sietemil?

Corría el siglo X, y a medida que los territorios conquistados alcanzaban cotas más meridionales, muchos norteños fueron repoblando nuestras tierras y fundando o refundando poblaciones a las que nombraban siguiendo las modas del momento, bautizándolas tirando de santoral, con vocablos referidos a la naturaleza o con sus propios nombres o apellidos. Así se configuró una nueva geografía que transformó el paisaje de la entonces llamada Extremadura castellana. Sin embargo, no deja de ser curioso que una única población, largo tiempo despoblada, tuviera una denominación enteramente numérica y con una curiosa referencia épica: Sietemil.


¿Siete mil? ¿Por qué Siete mil? ¿Siete mil qué?

En "Segovia y sus mil pueblos", de J.M. Martín Mesa, leemos que el origen del tomónimo nada tiene que ver con números ni leyendas venidas a menos. Asegura, con rotundidad, que la palabra en cuestión proviene del godo "seppe", que evolucionó a siete y que al unirse con el nombre "Edelmiro" dio como resultado "Sepemiro", pero no nos dice nada a cerca del significado del primer término, que parece se dio en tierras del norte de España. 

Sin embargo, mucho más atractiva, aunque también más increible y nunca contrastada, es la teoría que magnifica a Siete mil como un pueblo legendario. Para llegar a la respuesta, hay que remontarse largo tiempo atrás, mucho antes de que las tierras de Pedraza, entonces pertenecientes a Sepúlveda, fueran repobladas, cuando la historia de lo que entonces era Castilla se versionó en romances no escritos que recorrían los caminos de la mano de los juglares y se transmitían de generación en generación, añadiendo siempre nuevos matices, exagerando las gestas que relataban, haciendo propios a los héroes de leyenda que describían. Siete mil fue un lugar, así denominado a tenor de una leyenda, magnificada, llevada al extremo: La de los siete infantes de Lara. 

El dicho "Los infantes eran siete y los moros siete mil" se recoge en la tradición oral de la zona, y, sin embargo, además del efecto sonoro del número siete en ambos hemistiquios, ¿Existe algún dato escrito que nos ayude a comprender la presencia de tan curioso nombre numérico en la geografía segoviana? Parecen muchos moros para tan solo siete infantes..., pero la escena está servida, corregida y aumentada.

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