La catedral de la sierra
El templo, en apariencia una sencilla muestra del austero románico pedrazano, conjuga arte y utilitarismo en partes iguales, pues fue concebido, según la tradición de estas tierras, con una triple función, la religiosa, la administrativa y la social, en una época en que las querellas se dirimían en los cementerios o en los atrios de las iglesias, que, además, llegaron a ser, hasta su prohibición, sedes de festejos de sus cofradías.
La catedral de la sierra, como ocurre también en Orejana y en Santiuste, puede pasar por una más de las innumerables iglesias de origen románico de nuestra geografía; sin embargo cobra vida en su interior y hace honor a su apelativo asombrándonos no con una, sino con tres naves rematadas por tres ábsides, uno de los cuales no es visible desde el exterior, al albergar su imponente torre barroca. También coincide con sus hermanas de Santiuste y Orejana en la belleza de su pila bautismal, labrada en este caso con pequeñas caras humanas.
El sobrio exterior del templo indica que pudo tener un pórtico al sur, desaparecido en alguna de sus ampliaciones del que aún conserva, cegados, sus arcos. De su fachada, lo que más llama la atención es la torre, de arranque románico, que conserva un pequeño rosetón y que contaba con un curioso sistema de acceso ya desaparecido: una escalera de mano, en madera, como única vía de subida, coincidente también con las otras dos localidades; la vigilancia del Guadarrama fue en momentos necesaria y su función de torre de vigía permitía la protección del concejo de cualquier incidente imprevisto no deseado. No es la única en la zona; en línea con la torre de Nuestra Señora de la Asunción, la ruina de Torregil, en la vecina localidad de Gallegos, sigue también vigilando desde su otero.