La belleza de lo sencillo

San Juan, el fantasma de Linares

A veces, en periodos de sequía, puede visitarse el interior de este templo sumergido, con su sobria cabecera y su doble arco triunfal curiosamente apuntado. San Juan, que resistió desde el siglo XIII el azote del viento y el frío del invierno segoviano, cumplió su ciclo vital para pasar a ese olvido selectivo que los embalses nos ofrecen, pero sigue resistiéndose a dar carpetazo a su historia. 

Intentando buscar la luz, una iglesia románica, San Juan Bautista, construida en la parte más alta del pueblo, emerge de las aguas. Su pequeño tamaño y la austeridad de su fábrica nos devuelven a la época del Císter. Era la iglesia parroquial de Linares, el pueblo sumergido.

Su estrecha y única nave mantiene a duras penas en pie sus muros de mampostería y un pequeño ábside muestra las heridas que los distintos niveles del agua de años y años han producido; ahora se ha convertido en un verdadero estudio estadístico en piedra de lluvias y sequías.

Restos de su espadaña en granito se hacen hueco a través de la alameda que sigue alimentándose del agua embalsada. En su parte superior, una fila de sencillos canecillos es aún observable a simple vista.


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