La belleza de lo sencillo

Santa María de la Sierra

Hablar de Santa María de la Sierra es hablar de uno de los monasterios medievales más poderosos en las tierras segovianas. Enclavado en un paraje espectacular, casi sobrecogedor, en el piedemonte de la cara norte de la sierra del Guadarrama, la iniciativa privada ha rescatado de la ruina total estas hermosas piedras que un día marcaron la Historia de Segovia. 

Santa María y Santiago de la Sierra fue construido a principios del siglo XII y pasó a ser de la orden del Císter en el siglo siguiente. El templo es sin duda la parte más antigua del edificio que se extendía por la colina a media ladera sobre la vasta campiña segoviana. Su poder apenas alcanzó la Edad Moderna y después de muchos avatares y en la pobreza más absoluta el monasterio culminó su vida útil a finales del XVIII, momento en que era ya prácticamente una ruina. La desamortización remató las expectativas de recuperación.

Su fábrica aún habla por sí sola de lo que un día pudo ser, con un sabor al gótico primero. Aún en la debida austeridad cisterciense, hermosos arcos fajones y capiteles vegetales, águilas y otras aves entrelazadas se conservan en razonable estado.

La ruina fue declarada bien de interés cultural en 1931.

Santa María de la Sierra es perfectamente visible desde la carretera N-110 a la altura de Collado Hermoso, a menos de treinta kilómetros de Segovia. Para llegar al monasterio deberás seguir el camino que parte de la misma iglesia de la localidad en dirección a la montaña. También puedes hacerlo por la pista que sala a tu derecha al lado del campo de fútbol del pueblo; si sigues el sendero, siempre a tu derecha descubrirás, como te muestro en la fotografía una hermosa vista de estas magníficas ruinas.

La ruina es mucho más que eso. Hay recuerdos de juventud que, por alguna razón, se quedan apresados en la memoria y vuelven periódicamente convertidos ya en imágenes recurrentes.

Pasamos algún que otro verano de esa primera juventud acampando en la explanada de las ruinas de Santa María de la Sierra. Recuerdo muy bien las noches sobrecogedoras, en espera de que se cumpliera aquella inquietante leyenda de Bécquer, la del Monte de las Ánimas, y poder ver de nuevo a los monjes cistercienses de la abadía caminar por los senderos del piedemonte.

Nunca los vimos, pero sí disfrutamos del enigma escondido de un lugar que invitaba siempre a dejar volar la imaginación. Fueron momentos especiales, sin duda, y fue quizás gracias a ellos cuando mi gusto por las ruinas históricas comenzó. 

En la actualidad, consolidado parte del monasterio, es la sede de la empresa textil Abbatte.

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