La belleza de lo sencillo

El despoblado de Neguillán

La pequeña localidad de Neguillán, existía ya en el siglo XII o quizás mucho antes. Sabemos de este minúsculo lugar, a medio camino entre Santiuste de San Juan Bautista y Villagonzalo de Coca, por documentos eclesiásticos del cabildo segoviano en el siglo XIII. Entonces sí estaba en el mapa y era conocido como Negullán.

Fuera cual fuera el origen de esta localidad, su tamaño debió ser tan pequeño que desapareció muy pronto, de forma natural, sin estridencias, en silencio, pero su ausencia dio fruto y dejó una herencia singular. Neguillán nos legó sus ruinas, que ahora cubren los viñedos, y una iglesia que, degradada en ermita, sobrevivió hasta bien entrado el siglo XIX. También nos dejó su nombre, que sobrevivió a su larga ausencia de siglos, y lo hizo a través de la misteriosa talla de una virgen románica, Nuestra Señora de Neguillán, la patrona de la Comunidad de Villa y Tierra de Coca.

Hay quien defiende que el nombre podría provenir de una planta, la nigella stativa, conocida popularmente como neguilla o ajemuz, una especie invasiva con una variedad muy común en los campos de trigo y otros cereales en el sur de Europa y que tiene semillas de un peculiar color negro mate; de ahí su nombre latino, pues nigela es la forma femenina de niger, negro. 

Neguillán es uno de nuestros muchos paisajes ausentes, intangibles; Es uno de esos lugares que esconde su dimensión poética en la toponimia. Nuestra geografía está plagada de paisajes similares, desconocidos, ocultos, de difícil interpretación, donde su intangibilidad solo se percibe a través del rastreo de las páginas de su historia, que es la única capaz de dar sentido a su espacio y a sus componentes.

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