... la ermita que sobrevivió a su propia ruina
Si pasas por Campos de Cuéllar, seguro que te hablan de la ermita del Santo Cristo de San Mamés. Anímate a verla. Te sorprenderá que lo que contemplas es tan sólo una parte de lo que fue un templo de tamaño más que aceptable, concretamente su cabecera, un claro ejemplo del románico de ladrillo de las tierras de Cuéllar.
Sorteando tierras de labor, a no mucho más de un kilómetro de Campo de Cuéllar (Cuéllar), la imagen de la ermita no puede ser más atractiva y original, pues, para solucionar la falta de su nave desaparecida, se construyó un muro a la altura del arco triunfal con su puerta de acceso correspondiente, lo que produce un efecto visual más que sorprendente, pero comprensible por haber logrado así preservar de la ruina total esta hermosa parte del templo.
El Santo Cristo de San Mamés se venera en la ermita y, dicen en Campo que es un Cristo milagrero que ha protagonizado curaciones milagrosas y ha atraído lluvias a tiempo para salvar las cosechas. Sin embargo, parece que la curiosa talla del Cristo no siempre estuvo allí: fue llevada en el siglo XVII, cuando se restauró la ermita, porque el templo carecía de ellas. En la actualidad la fiesta atrae no sólo a los habitantes de Campo sino a los de los pueblecitos aledaños.
El templo, en el Medievo, fue la iglesia parroquial de una población denominada Pelegudos, un lugar no documentado pero que ha pasado por tradición oral de padres a hijos en las tierras cuellaranas y que la toponimia menor conserva en la zona.
El exterior de la ermita presenta una cabecera de dos filas de arcos de medio punto ciegos, y una fila de casetones en su parte superior, algo muy recurrente en el románico cuellarano. En total, el ábside sería un polígono de nueve lados construido en ladrillo cubierto con una bóveda en calicanto.