La belleza de lo sencillo

Serracín

Camino por las calles de Serracín, un lugar de silencio, negro como las lajas de sus viviendas y sus suelos de pizarra. Casi al final del pueblo, la iglesia de Nuestra Señora de la Natividad se abre al cielo a través de su techumbre ausente.

Tan solo dos viviendas de Serracín permanecen ocupadas durante todo el año. En verano o en fines de semana un pequeño grupo de casa, reformadas, parece dar entidad a un lugar en el que las ruinas sobrepasan en número a las construcciones. Y, no obstante, es un lugar armónico, otro de esos pueblos negros, menos conocidos, que además de ofrecer el negro espectáculo de su piedra y sus construcciones tradicionales de la sierra de Ayllón, ofrece una naturaleza plena, de las que confortan los espíritus inquietos.

La pequeña iglesia del pueblo, una construcción tardía del siglo XVIII no ha llegado íntegra a nuestros días, pero sí ha sido consolidada, y, a falta de su techumbre, ofrece una estampa propia de este conjunto de pueblos de colores de la sierra, rojos, negros o amarillos, característica por su espadaña maciza en piedra del terruño. 

La iglesuca sigue siendo lugar de culto, al menos una vez al año, el día de su patrona, en el que se ofrece una ceremonia religiosa que seguro, a falta de techado, será oída mejor por los espíritus celestiales...

En su abandono, Serracín, asentado en grandes vetas de pizarra, ha mantenido su estructura de pueblo negro en pavimentos muros e incluso tejados. Sus viviendas tradicionales, humildes, de una sola planta y tejado a tres aguas, se agrupan en torno a su plaza, excéntrica, donde una hermosa fuente proveía antaño de agua a sus habitantes.

Si deseas conocer la zona, en bicicleta o caminando, no te pierdas este recorrido.

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