La belleza de lo sencillo

Las Vegas

Requijada, el cuarto barrio de Santiuste de Pedraza, intenta trepar por el terreno inclinado en el que se asienta buscando la luz y aglutina una intensa variedad de matices y colores en su término, desde el páramo sembrado de aromáticas a los oteros verdes de enebros. Más alejada y la última en anejarse a Santiuste, a mediados del XIX, exhibe un carácter propio y guarda a poca distancia un tesoro singular, la ermita de Nuestra Señora de las Vegas, patrona de las tierras de Pedraza, una joya notable del románico pedrazano.

Perder su independencia debió de ser... traumático y la tradición recoge esta anexión forzada a Santiuste, no sólo de forma oficial, sino en forma de leyenda relacionada con esta Virgen. Cuentan que fue entonces, cuando los de Santiuste pretendieron llevarse la talla de la Vegas a San Justo, la iglesia parroquial del concejo, en un carro tirado por vacas o bueyes y, como era de esperar, nunca lo consiguieron; las bestias se negaron a proseguir el camino una vez que llegaron a la antigua linde que separaba los dos términos, de antiguo independientes y desde entonces administrativamente unidos. Por más que cambiaron las yuntas, no consiguieron sobrepasar esta simbólica frontera y, como es predecible, la imagen volvió a su iglesia de siempre, donde sigue y seguirá, siendo festejada por todos los pedrazanos al final del verano, en la tradicional fiesta de la Ofrenda. 

La ermita de las Vegas es más que un templo restaurado. De su románico, posiblemente del XI, podemos admirar las arquivoltas policromadas de su portada, sus tres naves con  sus capiteles labrados y la pila bautismal y la talla de su Virgen que se encuentran en la iglesia de Requijada. 

Su decoración interior, del XVI, contribuye a dar al templo ese toque exótico que, unido a su peculiar ubicación, no dejan a nadie indiferente. Su atrio, de siete vanos, ofrece una estampa digna de admirar.

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