La belleza de lo sencillo

La Virgen

Su mirada se pierde en la distancia, pero sus ojos, su marcada nariz y sus labios carnosos dan curiosamente a su cara una apariencia afable, entrañable, con un esbozo de sonrisa imposible. En la palma de su mano derecha sostiene la manzana, la del Paraíso perdido, pues ella es la nueva Eva, ya sin mancha, redimida de aquel pecado primigenio; con la mano izquierda sostiene al Hijo, al que sitúa a media altura, siendo éste el vínculo, el único punto de contacto entre ambos, el único indicio de amor hecho madera.
La talla a principios del siglo XX
La talla a principios del siglo XX
Talla en la actualidad
Talla en la actualidad

María viste una túnica dorada al estilo romano, y se protege con un manto que, desde los hombros, va cayendo en numerosos pliegues hasta cubrir sus pies. Su cabeza está tocada por un velo, que deja ver su pelo oscuro. Una sencilla corona, en la talla original, le aporta ese título de reina madre, otorgado por Justiniano, que la tradición cristiana ya reconocía en el siglo IV y que seguramente reflejaría la forma en que los monarcas de la época se mostraban en las ocasiones solemnes. Su posición es hierática; está sentada pero no hay forma física que le sirva de apoyo, y la desproporción con respecto a su hijo contribuye a afianzar su papel de virgen sustentante, virgen trono. Ella es el respaldo protector, el soporte sobre el que se asienta Jesús, cumpliendo así con la función que la sociedad medieval encomendaba a la mujer. 

El niño descansa, también estático, sobre el trono materno, pero no centrado en su regazo sino en su lado izquierdo. Viste, como su madre, una túnica clásica y su cabeza desnuda está también rematada por una sencilla corona. Con su mano izquierda sostiene el símbolo del Evangelio, de las profecías que ha venido a cumplir y de su sometimiento a la voluntad divina; su mano derecha bendice a los fieles. A pesar de su pequeñez, este niño románico es ante todo Dios, marcando la diferencia entre lo terrenal y lo sagrado, que aparece resaltado por las coronas que ambos llevan en la actualidad y que forman parte de las restauraciones posteriores. En ellas, la pedrería y la decoración engrandecen de alguna forma la humilde talla original, que el adorno quiere potenciar marcando ese carácter de rey y reina celestiales. 

La talla románica de Nuestra Señora de Neguillán se venera en Villagonzalo de Coca, localidad anejada a la villa.

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